jueves, 11 de noviembre de 2010

Lo que viene después de una tormenta...

“He navegado por oscuros lugares, por el miedo, la angustia, la tristeza, la desolación…sentí una opresión en el pecho que oprimía mi corazón….después de esa larga tormenta, he logrado ver una luz que me mostró un nuevo camino…aprendí que es posible trascender al propio dolor y convertirlo en paz y sabiduría…”

Durante algunos días tuve conmigo una serie de emociones que hace tiempo no vivía con tanta intensidad…la comparo con una tormenta, una muy fuerte, muy oscura, con ruidos profundos, hiriente, que pareciera no tener fin y la que no me permitía ver las cosas con la claridad que antes se vislumbraban.
Esos días me llenaron de dudas, de incertidumbre, de angustia, dolor y tristeza, hace mucho no sentía todas esas sensaciones juntas conmigo, me vi navegando en la oscuridad como en un ambiente muy parecido al vientre de una ballena, atrapada, sin saber qué hacer, me sentí débil, con las energías bajas, deseaba huir y no tenía idea a dónde…no sabía literalmente que hacer para dejar de sentir todo aquello.
Si alguna vez te has sentido así, podrás comprender que en esos instantes todo panorama se vuelve gris y solo anida una profunda tristeza que abarca el alma, quería sacar ese dolor que se concentraba básicamente en el centro de mi pecho, que provenía del corazón, y pasaron los días y el llanto aparecía a veces sin razón aparente, mis expectativas del futuro, el miedo a perder lo que quería, el sentirme sola y lejos de casa me inundaron y me metieron al fondo de un lugar que parecía no tener fin.
Recuerdo que incluso una noche, soñé que subía a un departamento ubicado en el piso 65 de un edificio, tenía miedo de subir, estaba todo muy oscuro y lo hice, luego me tocó bajar y esa sensación de vacío, de descender fue terrible, desperté asustada, sabía que había tocado fondo y no permitiría que esto se quedara un día más conmigo.
Aunque solo fueron días, para mí fue una eternidad permanecer así, sentía que el tiempo no acababa, que se detenía precisamente en un instante en el que anhelaba pasara rápidamente. Ningún argumento propio me valía, mi actitud positiva usada general en tantos ámbitos de mi vida se fue dejándome expuesta a todo, me sentí sola y decidí tomar acción respecto a esto, no permitiría que esto me ganara la batalla, no lo quería, no se quedaría conmigo.
Entonces, dejé de luchar contra lo que me pasaba, dejé de resistirme a ese dolor, me detuve un momento a pensar que me estaba produciendo esto, decidí no huir más y negar la presencia de esas sensaciones, solo me detuve a observarlas, a sentir, me permití llorar, sabía que el llanto traería algo a mi vida, no sabía qué, solo me permití sumirme de lleno en esa tristeza que venía, tenía la plena convicción de que se iría, luego de dejarme el mensaje que traía tras de sí.
Esa noche, pasaron muchas cosas, las señales empezaron a aparecer, al día siguiente vi publicado en el muro de mi cuenta en facebook la foto de un grupo de la parroquia que casualmente está cerca de casa, recordé que desde que llegué a Lima había deseado pertenecer a un grupo que me permitiera compartir en comunidad el amor a Dios, escuché esa señal, escribí y hace unos días fui a una misa que me dejó una experiencia en el alma difícil de explicar con palabras, sentir la presencia de tantas personas reunidas, llenas de amor para dar, conectados a lo más grande del mundo, Dios, me devolvió algo que había dejado olvidado. Encontré MI lugar, mi centro, lo que me mueve y sostiene, sentí una presencia tan grande, tan divina, que hasta hoy puedo entender que mi búsqueda no hubiera sido hecha sino hubiera atravesado por esos difíciles momentos.
También llegaron a mí libros, escritos, lecturas y palabras de personas queridas que no esperé leer ni escuchar jamás…me han abierto un mundo lleno de posibilidades, lo más increíble es que me volvió a conectarme con esa sensibilidad que me permite percibir con mayor claridad las cosas que suceden a mi alrededor, abrí literalmente mi corazón, y aunque ese proceso fue doloroso y difícil, me ha permitido reconocer mis propias heridas, lo que aún me falta por aprender, por crecer, me devolvió la conexión con lo divino de una manera que jamás volverá a ser igual, me lleno de paz, he sentido claramente que hay cosas en mí que no serán nunca iguales, y por todo eso, hoy, ya con las nubes más despejadas, puedo decir que siento una profunda gratitud por todo lo vivido y porque tengo la ligera sensación de que después, podré vislumbrar aún con mayor claridad el arco iris que me espera.
No neguemos el dolor, no le tengamos miedo, míralo y reconócelo, puede ser una llave, una señal de la vida para mostrarte que necesitas trascender, evolucionar, crecer…una vez que escuches su sabiduría, te dejará despacio, su regalo quedará por siempre en ti, y tu vida habrá alcanzado esa luz necesaria para seguir brillando con más intensidad que nunca.

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