viernes, 11 de febrero de 2011

La seguridad de la ternura

“Hoy quiero que me abraces fuertemente, quiero sentirme seguro en tus brazos, quiero saber que pertenezco a este lugar, que fui creado por amor… que mi llegada a este mundo es especial; quiero aprender que a pesar de mis errores sabrás amarme y que puedo confiar en ti cada segundo de mi vida…”
De un niño a su padre.


Esta semana, he vuelto a conectarme con la magia de la vida. Mientras venía de regreso a Tacna pude ver cerca de mí a una mujer con unos 4 o 5 meses de embarazo y me detuve a pensar en el milagro que se gesta al interior de su ser. Pensaba en que cada uno de nosotros estuvo alguna vez acogido dentro de un vientre, creciendo, día a día, seguros y plenos al interior de nuestra madre.
En ese lugar no sentíamos miedo, en nosotros solo anidaba la seguridad y la confianza absoluta en los seres que nos concibieron, y es desde ahí donde empezamos a forjar en nuestra vida la pertenencia, el amor propio, el reconocimiento, el sentirnos valiosos para los demás.
Una vez Julio Olalla, refiriéndose a la ternura describía: “Un niño privado de ternura es un niño privado del hogar universal, privado de la seguridad vital. Ese niño, si no la aprende más tarde en la vida, corre el riesgo de vivir en el desapego y en la ausencia de un lugar compartido. Sin conocerla, su cuerpo no reconocerá el abrazo que funde, su piel, no identificará el calor de la acogida y sus besos naufragarán en aguas ceremoniales. La soledad lo rondará incluso en presencia de otros y le dirá que no merece ser amado”.
Cuando leía estas frases pensaba en cuantas veces censuramos el expresar nuestros afectos con nuestros hijos. Cuantas veces negamos un abrazo, una palabra cálida, pensando que eso hará más débil a los niños y que se necesita rigor, castigo, fuerza y disciplina para formar hombres de bien. Y olvidamos que ante todo un ser humano necesita sentirse parte de algo, necesita la pertenencia, el amor, la acogida, el reconocimiento, pues más adelante serán también esas las herramientas que le permitan consolidar sus relaciones con los demás.
Cuantos de nosotros alguna vez fuimos criados bajo la premisa de que el rigor y el castigo eran las mejores maneras de imprimir la educación. Y sin buscar culpables, miremos también como fueron criados nuestros padres, abuelos, bisabuelos, y entonces quizás comprendamos que esta cadena de frialdad, castigo y represión fue heredada y aún permanece en muchos casos en nosotros.
El jueves, cuando tuve la dicha de volver a pisar mi hermosa tierra, me entrevisté con más de medio centenar de universitarios postulantes a una beca de formación profesional en la universidad. Tengo sus rostros y voces grabados en mi memoria, los veía llenos de esperanza, con ganas de aprender y también veía algo en casi la mayoría de ellos, el miedo a hablar, a expresar sus ideas ante los demás, el temor al rechazo, en muchos de sus casos me pidieron apoyarlos en tener el liderazgo y mejorar su comunicación con los demás.
Y siento que esto tiene mucho que ver, con la ternura que nos profesan en el hogar. Ese día se me quedaron preguntas en el aire ¿Cuánto tiempo pasas con tus padres?, ¿Te sientes amado por ellos?, ¿Ellos te dan espacio para escucharte, para conversar contigo?, ¿Cuánto tiempo dedican a aprender algo juntos?, ¿Qué manifestación de cariño y afecto recibes?, ¿Has sido golpeado, castigado o reprimido alguna vez cuando intentaste decir algo?, ¿Te has sentido alguna vez rechazado?, ¿Qué cosas te dan miedo?
Presiento que mucha de la inseguridad que podamos estar gestando hoy a todo nivel, tenga una relación directa con lo que hay en el hogar y ese nivel de afecto que tenemos en casa.
Tú que eres padre o madre, ¿Cuántas veces te has detenido a escuchar a tus hijos? ¿Sabes lo que sienten, que sueños tienen, que los apasiona en la vida?, ¿Le has preguntado alguna vez si quisieran pasar más tiempo contigo, si confían en ti?. Te pido que tomes tiempo para meditar estas preguntas y ver si no estás repitiendo el mismo patrón que utilizaron algunas vez contigo con tus propios hijos.
Este artículo está dirigido a todos aquellos padres, futuros padres y tutores que tienen en sus manos la vida de un ser. Si aún son pequeños ¿Qué pasaría si empezaras a darles un poco más de espacio para estar con ellos, mostrarles la belleza de la tierra y saber que fueron amados y esperados?, ¿Y si te permitieras reconocerlos, admirarlos, brindarles tu tiempo, tu atención? Y si ambos se dedicaran unos minutos para contemplar también la ternura del mundo, la brisa del viento, la suavidad de una hojas, los colores de una flor… ¿Cómo serían las cosas?
Y si sus hijos ya crecieron ¿Te animarías a pasar un tiempo más con ellos desde tu cariño, escucharles y hablarles, ganarte su confianza? ¿Qué sucedería si te dedicaras a escuchar las cosas que tienen que decirte, sin censurarlo?, ¿Cómo te sentirías si lo abrazas y escuchas atentamente lo que su corazón guarda en su silencio?
Ganemos ese espacio, rompamos las cadenas históricas y culturales que puedan haber provocado generaciones anteriores con el miedo y represión. Esto no quiere decir que se tenga que tratar con “mano blanda” o “ligereza” las cosas. Sino que a pesar de las normas y reglas que puedas imponer, tus hijos, los niños y jóvenes, sepan que los quieres y los amas a pesar de todo. Ese es el desafío al que yo te invito de ahora en adelante. Los quiero mucho !!! Gracias por inspirar cada una de estas palabras.

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